Evangelio Hoy

Sábado de la decimoquinta semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Mateo 12,14-21. 

En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. 
Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. 
Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, 
para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: 
Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. 
No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. 
No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre. 

Reflexionemos

Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul
Sermones ascéticos, 1ª serie, nº 20

«Mi siervo no quebrará la caña cascada, no apagará el pábilo vacilante… En su nombre esperarán las naciones»

Quiero abrir la boca, hermanos, para hablaros de lo altísima que es la humildad. Estoy lleno de temor, como aquel que sabe que debe hablar de Dios con el lenguaje de sus propios pensamientos. Porque la humildad es el adorno de la Divinidad. El Verbo la revistió al hacerse hombre. Al revestirse de ella la ha vivido en su cuerpo estando con nosotros. Y cualquiera que la ama, se hace, en verdad, semejante a Aquel que descendió desde su altura y recubrió su grandeza y su gloria a través de la humildad, para que, a su vista, la creación no se consumiera. Porque la creación no hubiera podido contemplar al Señor si no hubiera tomado sobre él la humildad y no hubiera, así, vivido con ella. No se hubiera encontrado con él; la creación no hubiera comprendido las palabras salidas de su boca…

Es por eso que cuando la creación ve a un hombre revestido a semejanza de su Maestro, le reverencia y honora como hizo con su Maestro que vivió en ella revestido de humildad. ¿Qué criatura hay que no se deje enternecer a la vista del humilde? Sin embargo, cuando la gloria de la humildad no se había revelado a todos en Cristo se despreciaba la humildad tan llena de santidad. Pero ahora, su grandeza se eleva a los ojos del mundo. Ahora la creación puede recibir por la mediación de un hombre humilde la visión de su Creador. Por eso el humilde no es menospreciado por nadie, ni tan sólo por los enemigos de la verdad. El que ha aprendido la humildad, gracias a ella, es venerado como si llevara corona y púrpura.

 

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