Viernes de la primera semana de Cuaresma
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Reflexionemos
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 211, 5-6; SC 116, pag. 169
“Ve y reconcíliate con tu hermano”
Hermanos, que no haya desavenencias entre vosotros en estos días santos de Cuaresma. …Tal vez, en el pensamiento os decís: “Quiero hacer las paces, pero es el hermano que me ha ofendido…y no quiere pedir perdón.” ¿Qué hacer entonces?… Hace falta que se interpongan entre vosotros unos terceros, amigos de la paz… En cuanto a ti, sé pronto para perdonar, totalmente dispuesto a perdonarle su falte desde el fondo del corazón. Si estás del todo dispuesto a perdonarle la falta, de hecho, ya le has perdonado.
Aun te falta orar: ora por él para que te pida perdón porque sabes que no es bueno para él no hacerlo… Di al Señor: Tú sabes que yo no he ofendido al hermano…y le perjudica haberme ofendido; en cuanto a mí, te pido de corazón que le perdones.”
Esto es lo que tenéis que hacer para vivir en paz con vuestros hermanos…,para celebrar la Pascua con serenidad y vivir la Pasión de aquel que no debía nada a nadie y que, no obstante, ha pagado la deuda por todos, Nuestro Señor Jesucristo que no ha ofendido a nadie y, por así decirlo, ha sido ofendido por todo el mundo. No ha pedido castigo sino que ha prometido recompensas… A él mismo le hacemos testigo en nuestro corazón: si hemos ofendido a alguien, vamos a pedir perdón; si alguien nos ha ofendido, estamos dispuestos a perdonar y a orar por nuestros enemigos.