Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco
Estructura de la guía
Con este pequeña guía, pretendemos plantear un recorrido sencillo para vivir mes a mes el Jubileo de la Misericordia, junto al Papa Francisco. La idea es ir desgranando y saboreando las reflexiones del Papa Francisco, a modo de itinerario, tanto personal como comunitario. Cada mes está planteado con una estructura muy sencilla, que puede ser adaptada según las necesidades personales o comunitarias. Lo ideal sería que uno pudiera compartir el ritmo propuesto junto a otros miembros de la familia o comunidad; pero también se puede realizar de manera individual.
Mensualmente proponemos un texto del Papa Francisco, extraído de la Bula de convocatoria al Año Santo (Misericordiae Vultus). El texto del Papa, junto a la Palabra de Dios, pretenden interpelarnos y movernos a la reflexión. A continuación, ofrecemos alguno de los “salmos de la misericordia” que encontramos en el salterio, como expresión de la sabiduría y poesía del Antiguo Testamento. La idea es que junto a la reflexión, podamos ir entrando en un clima de oración. Luego, ofrecemos algunas pistas para reflexión y/o acción personal o comunitaria; a la manera de propuestas o cursos de acción. Seguidamente, presentamos nuestras intenciones; para concluir con la oración, uncompromiso personal para el mes y una jaculatoria para memorizar. Seguidamente contemplamos alguna anécdota o frase de santos, para ver ejemplos vivos de misericordia. Nos pareció oportuno sugerir un cuento y un par de películas recomendadas;de manera que podamos seguir rumiando y profundizando el tema propuesto en el mes. Y, finalmente, una pequeña ayuda memoria, para tener presente durante el mes..
Por supuesto, que todo son solo sugerencias. Cada uno, cada familia o cada grupo podrán agregar, quitar, proponer nuevas ideas. La intención es presentar algunos recursos para que mensualmente podamos vivir el Año Santo, en Iglesia y con alegría, junto al Papa Francisco; de manera que todos podamos ser “Misericordiosos como el Padre”. Pidamos a María, la Madre de la Misericordia que nos ayude a peregrinar juntos como Pueblo de Dios tras las huellas misericordiosas de su Hijo, Jesús ¡Qué así sea!
Luis M. Benavides
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El Papa Francisco, el sábado 11 de abril 2015 en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, con ocasión de la celebración del Domingo de la Misericordia, sorprendió al mundo con el anuncio de un Año Santo Extraordinario o Jubileo de la Misericordia. El Sumo Pontífice realizó un gran llamado a toda la grey católica, para que vivamos juntos este Año Santo como un momento especial de gracia, de acercamiento al Señor y de comunión con nuestros hermanos.
¿Qué es un Año Santo o Jubileo?
El Año Santo o Jubileo, expresa el Papa Francisco, es un tiempo oportuno para cambiar de vida; es un tiempo para dejarse tocar el corazón. Es una invitación a vivir con alegría la fiesta del perdón y del amor de Dios. El Jubileo es un acontecimiento religioso y un tiempo privilegiado de gracia, destinado a promover la santidad de todos los cristianos. Es el año de la reconciliación, de la conversión y de la penitencia sacramental. En consecuencia, el año de la solidaridad, de la esperanza, de la justicia, del empeño por servir a Dios en el gozo y la paz con los hermanos.
El deseo del Papa Francisco es que durante este Año Santo nadie se sienta excluido del abrazo de nuestro Padre Dios; que la alegría del perdón sea más grande y más profunda que cualquier resentimiento, miedo o angustia paralizante. En pocas palabras, que no haya un solo pretexto para vivir alejado de Dios.
Orígenes del Jubileo o Año Santo
En el Antiguo Testamento, la ley de Moisés había determinado para el pueblo judío un año particular y diferente a los demás, que tenía lugar cada cincuenta años. Para el pueblo hebreo se trataba, pues, de un año sabático en el cual se descansaba, se perdonaban las deudas, se liberaban los esclavos y se restituían las posesiones a sus antiguos propietarios. Se establecía un reposo general de la tierra y se permitía a los pobres realizar la cosecha.
El término “jubileo”
El vocablo “jubileo” tiene dos raíces, una hebrea y otra latina. La palabra hebrea que aparece en la Biblia es “yobel”. Se refiere al cuerno del carnero que los judíos usaban como trompeta para llamar a una fiesta o anunciar un año excepcional dedicado a Dios. Asimismo, existe también una palabra latina, “iubilum” (derivada del verbo “jubilare”), que refiere a las exclamaciones de alegría de los pastores ante el nacimiento de Jesús y que terminó por significar alegría, gozo o alabanza. En el siglo IV, san Jerónimo al traducir la Biblia al latín, reemplazó el término hebreo “yobel” por el término latino “iubilaeus”, con lo que quedó incorporado el matiz de alegría, al significado original que tenía la palabra en el antiguo Israel.
Jesucristo da sentido pleno al Jubileo
En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta como Aquél que lleva a su cumplimiento el Jubileo antiguo, ya que Él ha venido a predicar el año de gracia del Señor y llevarlo a su plenitud. Jesús da un sentido nuevo y definitivo al jubileo.
¿Cada cuánto se celebra un Año Santo en la Iglesia?
Los jubileos ordinarios son aquellos que se celebran a intervalos regulares. El primer jubileo celebrado en el marco del cristianismo fue en el año 1300. Esta tradición se fue acentuando en los siglos siguientes y, al comienzo, se celebraron jubileos cada cincuenta años y, luego, cada veinticinco años, para que todas las personas tuvieran la oportunidad de vivir por lo menos un año santo en su vida, y así ha continuado hasta la fecha. El último jubileo ordinario tuvo lugar durante el año 2000, proclamado y celebrado por nuestro querido Papa, san Juan Pablo II. El próximo Año Santo ordinario será en el año 2025.
En ocasiones especiales, un Papa puede proclamar un Año Santo extraordinario, como celebración de un hecho destacado o frente a una necesidad especial. Por ejemplo, el último jubileo extraordinario fue convocado y posteriormente celebrado por san Juan Pablo II en 1983, al cumplirse el 1950° aniversario de la Redención de Jesucristo.
Indulgencias
El Año Jubilar es una invitación abierta a todos los cristianos y también a los que se encuentran distantes en la fe y desean volver de nuevo a la vida cristiana. En virtud de ello, en la Iglesia Católica, el Jubileo es un tiempo en que se conceden gracias espirituales singulares (indulgencias) a los fieles que cumplen determinadas condiciones.
Para ganar una indulgencia es imprescindible un corazón contrito y arrepentido. Se requiere confesión de los pecados, mediante el sacramento de la penitencia o reconciliación y, cuando sea posible, recibir la comunión.
Durante el Año Jubilar, la Iglesia en consecuencia del poder de las llaves, mediante la aplicación de los méritos sobreabundantes de Cristo y de los santos, y mediando una auténtica y sincera conversión por parte del creyente, concede la indulgencia plenaria, que es una gracia que ayuda al cristiano a ponerse en camino con la voluntad de convertirnos y reconciliarnos con Dios. Esta gracia también puede ser aplicada a los difuntos como signo de amor hacia ellos; en virtud de la comunión de los santos.
La ceremonia de apertura del Jubileo
La ceremonia de comienzo del Año Santo tiene lugar en Roma, a través de una liturgia específica. El Papa se dirige a la basílica de San Pedro para abrir la llamada “Puerta Santa”, cerrada a cal y canto, que sólo se abre con motivo del Jubileo. El sumo pontífice toma un martillo (ya utilizado por varios Papas) y da tres golpes diciendo la siguiente fórmula: “Abridme las puertas de la justicia; entrando por ellas confesaré al Señor”. Se derriba la mampostería que cierra la puerta; el Papa se arrodilla delante de la puerta, mientras los penitenciarios de San Pedro la lavan con agua bendita. Luego, tomando la cruz, entra a la basílica, acompañado del clero. Posteriormente, tres cardenales legados que ha enviado el Papa a las otras tres puertas santas, las abren con la misma ceremonia. Estas tres puertas están en la iglesia de San Juan de Letrán, la iglesia de San Pablo Extramuros y la iglesia de Santa María la Mayor. Al día siguiente, por la mañana el Papa imparte la bendición al pueblo en forma de jubileo. Expirado el Año Santo se vuelve a cerrar la puerta. El Papa bendice las piedras y la argamasa, pone la primera piedra y se tapia la puerta. Ceremonia que se replica en las otras tres puertas santas; hasta el próximo año jubilar.
El Jubileo o Año Santo extraordinario de la Misericordia
Como expresamos anteriormente, el Papa Francisco anunció, en el segundo aniversario de su pontificado, la convocatoria a un Año Santo extraordinario, mediante la bula papalMiseriordiae Vultus (El rostro de la misericordia). Este Jubileo de la Misericordia se iniciará durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre del 2015 y concluirá el 20 de noviembre de 2016, con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Para profundizar y estar informados, el Vaticano ha preparado un sitio web oficial sobre este Año Santo Extraordinario de la Misericordia: www.im.va
Este Jubileo de la Misericordia es excepcional, ya que por primera vez en la historia se ofrece la posibilidad de vivirlo fuera de Roma. El Papa Francisco, ha establecido, que sucesivamente se vayan abriendo diferentes Puertas Santas en las diferentes diócesis del mundo; de manera que a lo ancho y a lo largo del planeta y se abra un idéntica Puerta de la Misericordia. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia.
El lema del Jubileo: “Misericordiosos como el Padre”
Escuchemos las palabras del Papa Francisco al respecto, que hemos destacado al inicio de esta itroducción:
“Así entonces, misericordiosos como el Padre es el “lema” del Año Santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él da todo sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio… El auxilio que invocamos es ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Él viene a salvarnos de la condición de debilidad en la que vivimos. Y su auxilio consiste en permitirnos captar su presencia y cercanía. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos; “misericordiosos como el Padre…” (Misericordiae Vultus, 11
Fuente: catequesisenfamilia.org