Evangelio Hoy

Lunes de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Lucas 6,6-11.

Otro sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.
Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo.
Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: “Levántate y quédate de pie delante de todos”. El se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: “Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”.
Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. El la extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
Reflexionemos

Epístola llamada de Bernabé (c. 130)

(vers 130) §15

Y al séptimo día, terminó la creación

Pasando a otro punto, también acerca del sábado, se escribe en el decálogo, es decir, en las diez palabras que habló Dios en el monte Sinaí a Moisés cara a cara: «Y santificad el sábado del Señor con manos limpias y corazón puro». Y en otro lugar dice: «Si mis hijos guardaren el sábado, entonces pondré sobre ellos mi misericordia». (cf. Ex 20,8; Ps 23,4). Del sábado habla al principio de la creación: «E hizo Dios en seis días las obras de sus manos y acabólas en el día séptimo, y descansó en él y lo santificó». (Gn 2,2-3). Atended, hijos, qué quiere decir lo de:» Acabólos en seis días». Esto significa que en seis mil años consumará todas las cosas el Señor, pues un día es para Él mil años. Lo cual, Él mismo lo atestigua, diciendo: «He aquí que el día del Señor será como mil años». Por lo tanto, hijos, en seis días, es decir, en los seis mil años, se consumarán todas las cosas. «Y descansó en el día séptimo». Esto quiere decir: Cuando venga su hijo y destruya el siglo del inicuo y juzgue a los impíos y mudare el sol, la luna y las estrellas, entonces descansará de verdad en el día séptimo. Y también dice: «Lo santificarás con manos limpias y corazón puro». Ahora, pues, si pensamos que pueda nadie santificar, sin ser puro de corazón, el día que santificó Dios mismo, nos equivocamos de todo en todo… consiguientemente, entonces por nuestro descanso lo santificaremos de verdad, cuando, justificados nosotros mismos y en posesión ya de la promesa, seremos capaces de santificarlo; es decir, cuando ya no exista la iniquidad, sino que nos hayamos vuelto todos nuevos por el Señor, entonces, si, santificados primero nosotros, podremos santificar el día séptimo.

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