Evangelio Hoy

Jueves de la vigésima semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Mateo 22,1-14.

Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo.
Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad.
Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta.
‘Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?’. El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: ‘Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes’.
Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
Reflexionemos

San Nersès Snorhali (1102-1173)

patriarca armenio

Jesús, Hijo único del Padre

« Vengan al banquete de las nupcias » (Trad. ©Evangelizo.org)

A tus nupcias Que el Padre ha preparado para ti, oh Hijo único, La voz de tus servidores también me ha llamado, Para que me alegre en tus inefables alegrías, Desde ya aquí abajo en el misterio de tu altar Y un día allá arriba en la ciudad celestial (Ap 21:2s) En una alegría eterna, Inexpresable inmutable. Pero porque no cargo el espléndido hábito, Digno de la sala de las nupcias, Pues he ensuciado el de la fuente sagrada del bautismo Por los pecados negros del alma, Oh Señor insondable…, Ahora revísteme de ti de nuevo (Ga 3:27), Y regrésale su esplendor de antes A mi primer vestido ahora sucio. Para que no escuche tu voz, Señor, Pronunciar el nombre de «amigo» con la expresión digna de piedad, Y que no sea como él arrojado Al abismo por siempre.

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