Jueves de la sexta semana de Pascua
Evangelio según San Juan 16,16-20.
Jesús dijo a sus discípulos:
“Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”.
Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: “¿Qué significa esto que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver’?. ¿Y que significa: ‘Yo me voy al Padre’?”.
Decían: “¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir”.
Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: “Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: ‘Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver’.
Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.”
Reflexionemos
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 1 sobre la 1ª carta a los Tesalonicenses
«Ahora estáis tristes, pero volveré…, y vuestra alegría, nadie os la quitará»
“Habéis llegado a ser imitadores del divino Maestro”, dijo Pablo. ¿Cómo es esto? “Acogiendo la Palabra en las pruebas, con la alegría del Espíritu Santo” (1Tm 1,6). No solamente en las pruebas sino en medio de las pruebas entre incontables sufrimientos. Se puede ver en los Hechos de los Apóstoles. Vemos cómo surgió la persecución contra ellos, cómo sus enemigos los denunciaron a los magistrados y soliviantaron la ciudad. Estaban en la prueba, y no se puede decir que permanecieron fieles con tristeza, lamentándose; no, ellos estaban muy alegres. Los Apóstoles les habían dado el ejemplo: “Estaban contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Cristo” (Hch. 5,41 ).
¡Es realmente admirable! Ya es mucho, sufrir la prueba con paciencia; pero con alegría, es mostrarse superior a la naturaleza humana y no tener más, por así decirlo, que un cuerpo impasible. Pero, ¿cómo han sido imitadores de Cristo? En aquello que Él mismo sufrió sin quejarse, con alegría; porque voluntariamente aceptó las pruebas. Por nosotros se anonadó, escupido en la frente, agonizando en la Cruz, apeló a su gloria: “Padre, dijo, glorifícame” (Jn 17,5).