Sábado de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Mateo 14,1-12.
y él dijo a sus allegados: “Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos”.
Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe,
porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla”.
Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.
El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes
que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.
Instigada por su madre, ella dijo: “Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.
Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.
« Voy a enviar a mi mensajero delante de ti, que preparara tu camino por delante de ti » (Trad. ©Evangelizo.org)
«El recuerdo del hombre justo está acompañado de elogios» (Pr. 10:7), pero a ti, el Precursor, te basta el testimonio del Señor. En verdad, te mostraste como «el más grande de todos los profetas» (Mt 11:9); es por eso que fuiste digno de bautizar en las aguas a aquél que había sido anunciado. Y habiendo luchado en esta tierra por la verdad, lleno de alegría, anunciaste hasta en el mundo de los muertos al Dios manifestado en la carne, el que quita el pecado del mundo (1 Tm 3:16; Jn 1:29) y que nos da la gracia de la salvación. Por la voluntad de Dios, saliste de una mujer estéril, rompiste las ataduras de la lengua de tu padre (Lc 1:7-64), mostraste el Sol que te iluminó a ti, astro de la mañana. En el desierto, predicaste a los pueblos el Creador, el cordero que quita el pecado del mundo (Jn 1:29). En tu celo reprendiste al rey y tu cabeza gloriosa fue decapitada, eres el ilustre Precursor verdaderamente digno de nuestros cantos. Intercede ante Cristo nuestro Dios, para que dé el perdón de los pecados a los que festejan de todo corazón tu sagrada memoria.
Liturgia bizantina