Evangelio Hoy

Sábado de la tercera semana de Pascua

Evangelio según San Juan 6,60-69. 

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”. 
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? 
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? 
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. 
Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. 
Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. 
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. 
Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. 
Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. 
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. 

Reflexionemos

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Tratado 25 sobre S. Juan, 14-16

“¿También vosotros queréis marcharos?”

“Yo soy el pan vivo, el pan verdadero que ha bajado del cielo y da la vida al mundo.” (Jn 6,32-33)… Vosotros anheláis este pan del cielo, vosotros lo tenéis delante de vosotros y no lo coméis. “Pero yo os digo: porque me habéis visto, no creéis.” (Jn 6,36) Con todo, no os condeno: vuestra infidelidad ¿puede anular la fidelidad de Dios? (cf Rm 3,3) Mira: “Todo lo que me dé el Padre vendrá a mi, y al que venga a mí no le echaré fuera.” (Jn 6,37) ¿Cuál es esta interioridad de la que uno no puede salir fuera? Un gran recogimiento, un suave secreto. Un secreto que no cansa, limpio de toda amargura de pensamientos malos, exento de los tormentos de tentaciones y dolores. ¿No es éste el secreto donde entrará el siervo fiel y solícito que escuchará las palabras: Entra en el gozo de tu Señor? (cf Mt 25,21)…

A éste no lo echarás fuera porque tú has descendido del cielo no para hacer tu voluntad sino la voluntad del que te ha enviado. (Jn 6,38) Misterio profundo…Sí, para curar la causa de todos los males, es decir, el orgullo, el Hijo de Dios ha bajado y se ha hecho hombre humilde.  ¿Por qué enorgullecerte, oh hombre? Dios se hizo humilde por ti. Te avergonzarías, quizá, al imitar la humildad de un hombre, ¡imita la humildad de Dios!… Dios se hizo hombre, tú, oh hombre, reconoce que eres hombre: toda tu humildad consiste en conocerte como hombre. Dios, al enseñarnos la humildad nos dijo: “Yo he venido para hacer la voluntad del que me ha enviado.. He venido, humilde, a enseñar la humildad como un maestro de humildad. El que venga a mí se convierte en miembro de mi cuerpo. El que viene a mí será humilde… No hace su propia voluntad sino la de Dios. Por esto no será echado fuera, precisamente porque, cuando era soberbio, estaba arrojado fuera.” (cf Gn 3,24)

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