Evangelio Hoy

Jueves de la quinta semana de Cuaresma

Evangelio según San Juan 8,51-59. 

Jesús dijo a los judíos: 
“Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás”. 
Los judíos le dijeron: “Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: ‘El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás’. 
¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?”. 
Jesús respondió: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman ‘nuestro Dios’, 
y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: ‘No lo conozco’, sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. 
Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría”. 
Los judíos le dijeron: “Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?”. 
Jesús respondió: “Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”. 
Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo. 

Reflexionemos

San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismales, nº 5

“¿Eres tú más grande que nuestro padre Abrahán?”

Habría mucho que decir sobre la fe. Nos bastará echar una mirada sobre uno de los modelos que el Antiguo Testamento nos da, Abrahán, puesto que somos sus hijos por la fe. Éste no fue justificado por las obras, sino por la fe. Había hecho muchas acciones buenas, pero no se le consideró amigo de Dios sino después de haber dado pruebas de su fe; todas sus obras han alcanzado, de su fe, la perfección. Es por la fe que dejó a sus padres y familiares; es por la fe que dejó su patria, su país, su casa. ¡También tú puedes llegar a ser justo si obras de la misma manera por la que él ha sido justificado! Más tarde su cuerpo fue incapaz de ser padre porque se había hecho demasiado viejo. Sara, a quien él se había unido, era también vieja; no tenían, pues, ninguna esperanza de descendencia. Ahora bien, Dios anunció a este viejo que llegaría a ser padre, y la fe de Abrahán no se alteró. Considerando que su cuerpo se encontraba ya cercano a la muerte, no cuenta, sin embargo, con su impotencia física, sino con el poder de aquél que le había hecho la promesa, porque le juzgó digno de fe. Es así como de dos cuerpos ya marcados, hasta cierto punto, por la muerte, un hijo nació de manera maravillosa…

Es el ejemplo de la fe de Abrahán la que nos hace a todos hijos de Abrahán. ¿De qué manera? Los hombres consideran increíble la resurrección de muertos, de la misma manera que es increíble que dos ancianos, marcados por la muerte, engendren una descendencia. Mas, cuando se nos anuncia la buena noticia de Cristo, crucificado en el leño, muerto y resucitado, lo creemos. Es pues por la semejanza de esta fe que pasamos a ser hijos de Abrahán. Y entonces, con la fe, recibimos, tal como él, el sello espiritual, circuncidado en el bautismo por el Santo Espíritu.

 

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