Evangelio Hoy

Viernes de la quinta semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Marcos 7,31-37. 

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. 
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. 
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. 
Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Abrete”. 
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. 
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban 
y, en el colmo de la admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. 

Reflexionemos

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Discurso sobre el salmo 103; IV, 17

“Todo lo ha hecho bien. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.”

“Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista” (Sal 103,33) ¿Qué cantará el salmista? Cantará todo lo que Dios es. ¡Cantemos la gloria del Señor durante toda nuestra vida! Nuestra vida actual no es más que una esperanza; nuestra vida auténtica será la eternidad; la vida de esta vida mortal es la esperanza de la vida inmortal. “Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista”. Y como viviré en él para siempre, mientras exista cantaré a mi Dios.

Cuando hayamos iniciado nuestro canto al Señor en la ciudad del cielo no haremos otra cosa. Toda nuestra vida será entonces cantar la gloria de Dios. Si, aquí abajo, el objeto de nuestras alabanzas nos produce hastío, nuestros cantos de alabanzas también nos cansarán. Pero si amamos al Señor, objeto de nuestra alabanza, cantaremos por siempre su gloria. “¡Cantaré al Señor mientras viva…!”

 

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