Evangelio Hoy

Jueves de la tercera semana de Pascua

Evangelio según San Juan 6,44-51.

Jesús dijo a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

Reflexionemos

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre la 1ª carta a los Corintios, nº 24

“El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”

“Nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan” (1C 10,17). ¿Qué es este pan que comemos? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué llegan a ser los que comen de él? El Cuerpo de Cristo; no una multitud sino un mismo Cuerpo. Al igual que el pan, compuesto de tantos granos de trigo, no es más que un único pan en el que los granos desaparecen; al igual que los granos siguen formando el pan pero es imposible distinguirlos dentro de la masa en la que subsisten tan bien unidos, así también nosotros, todos unidos con Cristo no formamos más que un todo. En efecto, un miembro no se nutre de un cuerpo distinto del que se nutre otro miembro del mismo cuerpo, sino que es el mismo Cuerpo el que los nutre a todos. Por esto el apóstol Pablo ha añadido: “Participamos todos de un mismo pan”.

Pues bien, si ahora todos participamos del mismo pan, si todos llegamos a ser el mismo Cristo, ¿por qué no vivimos todos la misma caridad?… Es eso lo que ya demostraban nuestros padres en su tiempo: “en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo” (Hch 4,32). Ahora no es igual; sino todo lo contrario. Y, sin embargo, hombre, es Cristo quien ha venido a buscarte, a ti que estabas tan lejos de él, para unirse a ti. ¿Y tú no quieres unirte a tu hermano?…

En efecto, no tan sólo nos ha dado su cuerpo, sino que, así como la primera carne, sacada de la tierra, estaba muerta por el pecado, él, por así decirlo, ha introducido en ella otro fermento, su misma carne, de la misma naturaleza que la nuestra pero exenta de todo pecado, llena de vida. El Señor nos la ha dado a compartir a todos para que, alimentados de esta nueva carne, viviendo en comunión los unos con los otros, podamos entrar en la vida inmortal.

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