Jueves de la vigésima novena semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 12,49-53.
Jesús dijo a sus discípulos:
“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres:
el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
Reflexionemos
San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Lucas, 7, 134
«El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre… recibirá cien veces más» (Mt 19,29)
«¿Pensáis que he venido a traer la paz al mundo? No, sino la división. En adelante una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres…» En casi todos los pasjes del Evangelio el sentido espiritual juega un papel imporante; pero sobre todo en este pasaje es necesario buscar la profundidad espiritual en el entramado del sentido a fin de que no sea repelido por la dureza de una explicación simplista… ¿Cómo él mismo dice: «Mi paz os doy, mi paz os dejo» (Jn 14,27) si vino a separar los padres de sus hijos, los hijos de sus padres, rompiendo los lazos que los unen? ¿Cómo puede ser llamado «maldito el que honra a su padre» (Dt 27,16), y fervoroso si le abandona?
Si comprendemos que la religión està en primer lugar y la piedad filial en segundo, veremos que esta cuestión queda iluminada; en efecto, es preciso que lo humano dé paso a lo divino. Porque si tenemos deberes para con nuestros padres, ¡cuánto más con el Padre de los padres a quien debemos estar agradecidos por el don de nuestros padres!… No dice, pues, que hayamos de renunciar a los que amamos, sino que Dios sea preferido a todos. Por otra parte encontramos en otro libro: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37). No te está prohibido amar a tus padres, per sí preferirlos a Dios. Porque las relaciones naturales son beneficios del Señor, y nadie debe amar a los beneficios recibidos más que a Dios que preserva los bienes que da.