Evangelio Hoy

Viernes de la vigésima semana del tiempo ordinarioAmar

Evangelio según San Mateo 22,34-40.

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”.
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Este es el más grande y el primer mandamiento.
El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”.

Reflexionemos

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Sobre la Historia y el Espíritu del Carmelo OOCC. Co-ed. Carmelitanos 2004, pag. 555

“Dichoso el hombre que pone su gozo en la ley del Señor, meditándola día y noche.” (cf Sal 1,2)

¿Qué es lo que se entiende por “la ley del Señor”? El salmo 119…está impregnado del deseo de conocer la ley y de dejarse conducir por ella a lo largo de la vida. El salmista pensaba entonces en la ley de la Antigua Alianza. Su conocimiento exigía, efectivamente, una larga vida de estudio y su cumplimiento toda una vida de esfuerzo de la voluntad. Pero del yugo de esta ley Cristo nos ha liberado. Como ley de la Nueva Alianza podemos contemplar el gran mandamiento del amor, sobre el cual Cristo dice que en El se encierra toda la ley y los profetas: el amor perfecto a Dios y al prójimo es un objeto digno de meditación para toda la vida.

Pero aún mejor interpretamos a Cristo mismo como la ley de la Nueva Alianza, ya que El nos ha dado ejemplo con su vida de cómo debemos vivir nosotros. Es así que cumplimos nuestra regla cuando tenemos constantemente frente a nosotros la imagen del Señor, para asemejarnos a El. El evangelio es el libro que nunca podemos estudiar lo suficientemente a fondo. Pero no sólo encontramos al Salvador en los relatos testimoniales de su vida. El está  presente entre nosotros en el Santísimo Sacramento, y las horas de adoración frente a la Bondad suprema, el estar a la escucha de la voz de Dios eucarístico son: “meditar la ley del Señor” y “velar en oración”, simultáneamente. Sin embargo, el grado más alto se alcanza cuando “la ley está en el fondo de mi corazón” (cf Sal 39,11).

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