Santoral

Celebrado El 2 De Diciembre

Beato Rafael Chylinski, religioso presbítero

En Logiewniki, en Polonia, beato Rafael (Melchor) Chylinski, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, que en tiempo de peste visitaba a los enfermos de Cracovia, para asistirlos piadosamente y procurarles una honesta y cristiana muerte.

El Venerable P. Rafael Chylinski nació el 8 de enero de 1694 en Wysoczka, ciudad de Buk, en el palatinado de Posnania, en la “Gran Polonia”, y fue bautizado con el nombre de Melchor.

Sus padres, Arnulfo Juan y Mariana Kiepski, descendientes de nobles antepasados, cristianos de fe sincera y vida coherente, pusieron bases sólidas en la formación religiosa del hijo. El pequeño Melchor manifestaba buenos sentimientos, inclinación a la oración, amabilidad hacia el prójimo. Estas dotes debían ser muy marcadas, pues en familia lo llamaban el “monjecito”. Después de la escuela local pasó al Colegio de Padres de la Compañía de Jesús, en Poznan (1707-1710), siguiendo con fruto todo el curso de enseñanza media.

En 1710, con 17 años, ya estaba en condiciones de reflexionar bien acerca de las triste situación en que se encontraba Polonia, gobernada desde 1697 por el rey Augusto II, que era también Palatino de Sajonia. Éste se había aliado con Rusia y Alemania en la tercera guerra nórdica, que trataba de conquistar Suecia. Fue una derrota para la coalición, y el rey sueco Carlos XII llegó, victorioso, hasta Varsovia, deponiendo al rey Augusto, al que aún le permaneció fiel una parte de la nobleza, y haciendo elegir al rey Estanislao Sleczyski. En 1706 Augusto renunciaba a la corona, pero estaba listo para recuperarla tres años después, cuando una nueva coalición de rusos y daneses derrotó definitivamente a Carlos XII.

Fueron años peligrosos, en los que a las despiadados saqueos de las distintas tropas rusas, danesas y sajonas se sumó la peste, que segó sin piedad muchas vidas. Entre los muertos estaba también el padre de Melchor.

Alistarse en el ejército en aquellas circunstancias significaba elegir entre dos bandos de la nobleza. Es probable que la familia, como la nobleza y el pueblo de Posnania, siguiera al Arzobispo de Poznan, que consideraba legítimo al rey Estanislao. Y es también posible, por eso, que, cuando Melchor decidió alistarse en 1712, formara parte de este bando.

A lo largo de tres años, con su regimiento de caballería pesada, siguió un itinerario que, paso a paso, lo llevó hasta Cracovia, ganándose el rango de oficial por su grado superior de formación y por su comportamiento recto y disciplinado.

En 1715, tras la renuncia del rey Estanislao, Melchor, cumplidos ya los 21 años, dio por concluido su servicio a la Patria, al tiempo que sentía cada vez más fuerte y apremiante la llamada del Señor a la vida religiosa. Sin dudarlo resistió a los deseos de los familiares, que deseaban para él un feliz matrimonio, y marchó a Cracovia, donde pidió ser admitido en el convento que los Frailes Menores Conventuales tenían en dicha ciudad. Aquí tuvo que superar otras presiones por parte de sus colegas militares, que trataban de convencerlo para que regresara al ejército. Empezó el noviciado en Cracovia, pero poco después, al declararse la epidemia de peste, fue trasladado con los otros novicios a Piotrków, donde, con el nombre de Rafael, hizo su primera profesión el 26 de abril de 1716.

Su deseo era de seguir como “hermano religioso”, pero los superiores lo juzgaron idóneo para el sacerdocio, y lo enviaron a hacer el curso de teología moral en los colegios de Kalisz y Oborniki. A finales de 1717, según la usanza de la época, fue ordenado sacerdote en Poznan.

El Venerable Rafael Chylinski comenzaba así su misión sacerdotal, mientras en Polonia se abría una época de relativa paz y tranquilidad, que permitía una mejora de la situación económica y de la promoción cultural, junto con una consoladora renovación de la vida cristiana. En este ambiente se celebró el 8 de septiembre de 1717 la coronación solemne de la imagen de Nuestra Señora de Jasna Góra.

A partir de entonces, el ardor y el celo que el neo-sacerdote Chylinski dedicaba al cumplimiento del ministerio sagrado se complementaba con la generosa correspondencia a la gracia de la vocación religiosa, para formar su personalidad como hombre de Dios y digno sacerdote. Un camino gradual e intenso que maduró y se manifestó en las distintas poblaciones a donde fue destinado por la obediencia. Primero en Radziejów (1717-1719), y luego Pudry, Bagrów, Kalisz, Varsovia, Gniezno, Pszczew, Poznan, Warka y, finalmente, Lagiewniki, junto a Lódz, desde 1728 hasta 1741, excepto el periodo de octubre de 1736 a mayo de 1738, que lo pasó en Cracovia, asistiendo a los enfermos y moribundos durante otra epidemia de peste que azotó a la ciudad.

Su compromiso ministerial se manifestaba siempre y en todas partes en su celo incansable por la formación espiritual de los creyentes, a través de una celebración ejemplar del culto divino, en la predicación catequética y moral en un estilo sencillo y popular, en la disponibilidad generosa para la administración del sacramento de la penitencia, y en las obras de caridad. Fieles de todos los estratos sociales acudían a él, atraídos por su vida interior y su caridad inagotable.

Su sensibilidad especial hacia los sufrimientos e los enfermos hizo que los superiores pensaran en él en 1736, para un servicio de gran caridad en Cracovia, sacudida por una terrible epidemia de peste, agravada por una violenta inundación.

Durante dos años ofreció su servicio casi ininterrumpido en un hospital, en contacto con un millar de enfermos apiñados sobre paja húmeda, en espacios estrechísimos, aterrorizados por una suerte sin esperanza, con un hedor insoportable, presagios y testigos de una muerte convertida para todos en experiencia diaria.

Desde la mañana hasta la tarde, el P. Rafael se entretenía con los infelices pacientes y con los moribundos: les ayudaba, los exhortaba, les infundía confianza, los abría a la confianza en Dios, los confesaba y los preparaba para el encuentro con Dios. Cuando se daba cuenta de que estaba rodeado de cadáveres, rompía a llorar y a sollozar, levantando las manos al cielo en actitud de súplica, para implorar a Dios la liberación de tanta calamidad.

La epidemia cesó en 1738, y el apóstol del hospital de Cracovia regresó enseguida al convento de Lagiewniski, donde fue recibido con sentimientos de respeto por los compañeros y por “sus” pobres, y donde reemprendió enseguida, y con gran sencillez, su acostumbrado servicio de asistencia. Esta “sencillez” de un deber que se sigue cumpliendo es lo que demuestra la carga de total y completa entrega que el P. Rafael había hecho a Dios de su propia vida.

El Señor le dio el gozo de poder atender, junto con los pobres, a su madre, que se había mudado a Lagiewniski para vivir “con devoción” cerca del hijo.

Pero sus fuerzas físicas, debilitadas por la penitencia y por su indefensa actividad al servicio de la caridad, ya se iban agotando. En septiembre de 1741 tuvo que suspender toda actividad. Atado al lecho, con inquebrantable serenidad, repetía a quiénes se le acercaban: “Hay que morir”. Y se preparaba con una admirable conformidad a la voluntad de Dios, soportando, meditando, animando a cuantos lo rodeaban.

El 1 de diciembre, viernes, dijo: “¡Qué hermoso sería morir el día de la pasión y muerte del Señor…, pero también será hermoso morir mañana, día dedicado a la Bienaventurada Virgen María!” Así fue: era el 2 de diciembre de 1741.

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