Evangelio Hoy

Viernes de la decimotercera semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Mateo 9,9-13. 

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. 
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. 
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. 
Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. 
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. 

Reflexionemos

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre san Mateo

«He venido a llamar no a los justos sino a los pecadores» (Trad. ©Evangelizo.org)

¿Por qué Jesús no llamó a Mateo al mismo tiempo que a Pedro, a Juan y a los demás ?Así como vino sobre la tierra cuando sintió que los hombres estaban dispuestos a obedecerle, del mismo modo llamó a Mateo cuando supo que lo seguiría. Es por la misma razón que llamo a Pablo solamente después de la Resurrección (Ac 9). Pues, sondeando los corazones, penetrando a lo más íntimo del alma de cada uno, sabía bien a qué momento cada uno estaba dispuesto a seguirle. Si Mateo no fue llamado desde el principio, es que aún tenía duro el corazón; pero después los numerosos milagros, cuando el renombre de Jesús había crecido, estaba más dispuesto a escuchar al Maestro, y Jesús lo sabía.

Conviene admirar también la virtud de este apóstol, que no disimula su vida pasada…Su profesión era vergonzosa, sin conciencia; el provecho que sacaba no tenía excusa alguna. Pese a todo esto, Jesús lo llamó. No se avergonzó en llamar a un publicano, como tampoco lo hizo al hablarle a una prostituta, a quién incluso le permitió que le besara los pies y que se los regara de lágrimas (Lc 7:36s). Pues si vino, no es solamente para sanar los cuerpos, sino también para sanar las almas. Es lo que acababa de hacer con el paralítico; después de haber mostrado claramente que tenía el poder de perdonar los pecados, vino hacia Mateo, a fin que las personas no se sorprendan al verlo escoger un publicano como discípulo.

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