Fiesta de Santo Tomás

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Es un apóstol especialmente simpático. Algún autor al hablar de él lo muestra como melancólico, pero los pocos datos que nos brindan los evangelios más bien nos revelan una personalidad muy humana y llena de franqueza. Tanto sus aciertos como sus debilidades manifiestan a un hombre claro y sencillo, algo rudo, pero recto y noble. No se advierten en Tomás los matices de algunos intelectuales excesivamente atentos a los matices, va directo al meollo de la cuestión cueste lo que cueste. Esto es muy claro cuando anima a los demás a ir a morir con Jesús. No es la reacción de un cobarde la suya. Igualmente cuando pregunta por el camino para seguir al Señor se advierte que lo hace con sinceridad y no como una vaga inquietud intelectual. Sus mismos errores -la famosa incredulidad- nos revela un hombre que sufre en su oscuridad, pero que no se separa de sus amigos. Incluso el hecho de su tardanza en volver con los suyos muestra el dolor del que está dispuesto a morir por aquel a quien quiere, pero que, de hecho, fue cobarde y huyó. No se sabe perdonar a sí mismo y el dolor le impide la vuelta. Todos estos rasgos, brevemente esbozados, nos revelan a un hombre de bien, aunque tuviera defectos.

Su nombre es simpático. Tomás significa en arameo “mellizo” o “gemelo”, y se le llamaba también con la traducción griega del mismo “Dídimo”. Era bastante frecuente utilizar un doble nombre, más aún cuando así puede moverse en ámbitos lingüisticos distintos. Parece que el nombre no era conocido en la antigüedad, lo que nos lleva a pensar que le quedó el apodo después de un nacimiento gemelar. Siempre ha resultado simpático el hecho de contemplar dos personas casi iguales, más aún si son niños. Los hechos son que este apóstol aporta un nombre nuevo ampliamente usado hoy día.

Sus silencios tienen algo de agradable, pues no habla cuando no tiene nada que decir, pero cuando habla sus palabras son de una intensidad que no puede dejar indiferente a nadie. Los pocos datos que tenemos nos dejan ver a un hombre duro y fuerte, sencillo y franco, fiel, que hasta en sus errores deja entrever su nobleza.

Valiente

Cuando Jesús es avisado por Marta y María de que Lázaro estaba enfermo y decide ir a Jerusalén, Tomás dice unas palabras que le salen del alma: “Vayamos también nosotros y muramos con él” . Para comprender en toda su verdad estas palabras del valiente Tomás conviene que conozcamos el ambiente en el que fueron dichas.

No es fácil precisar la fecha de la resurrección de Lázaro, pero se dió entre la fiesta de la luz y la pascua. La tensión entre los representantes judíos y Jesús iba creciendo de día en día. Cuando curó al ciego de nacimiento después de un interrogatorio ridículo y lleno de mala voluntad, le expulsaron de la sinagoga, porque afirmaba que Jesús obraba con el poder de Dios . Más adelante, tras su manifestación como buen Pastor, “se produjo de nuevo disensión entre los judíos a causa de estas palabras. Muchos de ellos decían: Está endemoniado y loco, ¿por qué le escucháis?. Otros decían: Estas palabras no son de quien está endemoniado. ¿Acaso puede un demonio abrir los ojos a los ciegos?” .

Pero la confrontación llega a un extremo insoportable cuando después de decir Jesús que el Padre y Él eran uno, “los judíos cogieron de nuevo piedras para lapidarle” , e “intentaban prenderlo otra vez, pero se escapó de sus manos. Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán” . Allí estaba cuando se decide a acudir a Betania que estaba a tres kilómetros de Jerusalén. De hecho después de la resurrección de Lázaro muchos creyeron en Él, pero en cambio sus enemigos enconan la persecución, “algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho. entonces los Pontífices y los fariseos convocaron el Sanedrín y decían: ¿Qué hacemos, puesto que este hombre realiza muchos milagros? Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación” . Y deciden oficialmente matarle. “entonces Jesús ya no andaba en público entre los judíos, sino que se marchó de allí a una región cercana al desierto, a la ciudad llamada Efraín, donde se quedó con sus discípulos” .

Este es el contexto en el que Tomás anima a sus compañeros a no abandonar al Maestro y seguirle hasta la muerte. Quizá no entendía muy bien la estrategia del Señor, y no podía calibrar la espera de la Pascua por parte de Jesús en la cual se realizaría el sacrificio perfecto del Cordero Pascual, pero era consciente del peligro que rodeaba al Señor, y no lo veía todo. A pesar de todo está dispuesto a luchar por defenderle, y ni pasa por su mente abandonarle en aquellos momentos tan distintos de los que vivió dos años antes cuando se decidió a seguir al Maestro sabio que hacía milagros.

Muchas cosas habían pasado en aquellos casi tres años. No nos queda ni una palabra de Tomás, pero su desarrollo interior debió ser muy similar al de los demás, si exceptuamos a Judas Iscariote: crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad. Tomás exterioriza ese cambio con un ademán valiente y decidido

Dadas las circunstancias, la exclamación de Tomás animando a los demás a seguir a Jesús aunque estén en peligro de muerte no es una exageración, sino algo muy real. Al mismo tiempo debió ser algo que surge de una meditación lenta como dice Aristóteles: “conviene reflexionar con lentitud lo que ha de hacerse, pero una vez pensado, realizarlo rápidamente” . A lo que comenta Santo Tomás: “La acción pronta es recomendable después del consejo, que es el acto propio de la razón. Pero el querer obrar rápidamente antes del mismo no sería laudable, sino vicioso, porque sería precipitar la acción, lo cual es opuesto a la prudencia. La audacia es digna de alabanza cuando, ordenada por la razón, favorece la celeridad de la obra ” . Tomás no es un valiente temerario, sino un valiente que ha reflexionado a fondo los hechos y supera el temor incluso ante la muerte.

Es cierto que se puede distinguir teóricamente entre la valentía humana y la sobrenatural. Pero en la práctica son actos del hombre valiosos y dignos de premio. La gracia empujó a Tomás a manifestar su lealtad hasta la muerte, pero podía haber desoído este impulso generoso. El motivo que le mueve es el amor a Jesús, “amor al que no intimidan las adversidades ni la muerte”. Pero ese amor debe haberse instalado en el alma como una virtud , no sólo como un vago sentimiento, es decir como amor fuerte “que no se deja espantar fácilmente por el temor de la muerte” .

También fue la fe la que movió a Tomás, pero aquí podemos añadir que se trata de una fe todavía imperfecta y demasiado humana. Basta observar dos cosas: la Virgen Santísima no hace esas declaraciones y es fiel a la hora de la Cruz porque sabe que la muerte de Cristo es un Sacrificio; en cambio Tomás huyó cuando ve que Jesús no quiere defenderse, lo que indica que no le entendía aún lo suficiente. Buena fue la valentía, pero al tener una fe poco sobrenatural, falló ante el peligro que hubiera asumido con arrojo si se hubiese tratado de una batalla, aunque fuese con todas las de perder.

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