Lunes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Mateo 23,13-22.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: ‘Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale’!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: ‘Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar’.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
« Cristo nos llama a la conversión » (Trad. ©Evangelizo.org)
Frente a las tentaciones, compórtate como una fuerte mujer y combate con la ayuda del Señor. Si caes en el pecado no te quedes allí, desanimada y decaída. Humíllate, pero sin perder coraje; rebájate, pero sin denigrarte, derrama lágrimas de contrición sinceras para lavar tus imperfecciones y tus faltas, pero sin perder confianza en la misericordia de Dios que será siempre más grande que tu ingratitud. Toma la resolución de corregirte, pero sin presumir de ti, pues solamente en Dios debes poner tu fuerza. Finalmente, reconoce sinceramente que si Dios no fuera tu armadura y tu escudo, tu imprudencia te habría llevado a cometer todo tipo de pecados. No te sorprendas por tus debilidades. Más bien acéptate tal y como eres; sonrójate por tus infidelidades hacia Dios, pero hazle confianza y abandónate tranquilamente en él, como un pequeño niño en los brazos de su madre.
San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968)
capuchino