Evangelio Hoy

Lunes de la decimocuarta semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Mateo 9,18-26. 

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. 
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. 
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, 
pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré curada”. 
Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó curada. 
Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: 
“Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de él. 
Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. 
Y esta noticia se divulgó por aquella región.

Reflexionemos

San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
Sobre la Encarnación del Verbo, 8-9

«Entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie»

El Verbo, la Palabra de Dios, incorpóreo, incorruptible e inmaterial, vino al mundo aunque tampoco antes se hallaba lejos. En efecto, no había dejado ninguna parte de la creación privada de su presencia porque él, que mora junto a su Padre, lo llenaba todo. Pero se hizo presente abajándose a causa de su gran amor por nosotros, y se nos manifestó… Tuvo piedad de nuestra raza, compasión de nuestra debilidad, y condescendió a compartir nuestra condición corruptible. No aceptó que la muerte dominara sobre nosotros; no quiso ver perecer lo que había comenzado, ni ver fracasar la obra que su Padre había llevado a cabo al crear a los hombres. Tomó, pues, un cuerpo, y un cuerpo que no es diferente del nuestro. Porque no quiso solamente estar en un cuerpo o solamente manifestarse. Si hubiera querido sólo manifestarse, hubiera podido llevar a cabo esta teofanía de manera más poderosa. Pero no: tomó nuestro cuerpo…

El Verbo tomó un cuerpo capaz de morir para que este cuerpo, participando del Verbo que está por encima de todo…, fuera incorruptible gracias al Verbo que permanece en él, y a fin de liberar de la corrupción a todos los hombres por la gracia de la resurrección. El Verbo, pues, ofreció a la muerte el cuerpo que había tomado, como un sacrificio y una víctima sin mancha alguna; y seguidamente anonadó a la muerte librando de la misma a todos los hombres, sus semejantes, por la ofrenda de este cuerpo que los une.

Es justo que el Verbo de Dios, superior a todos, que ofrecía su propio templo, su cuerpo, en rescate por todos, pagara nuestra deuda con su muerte. Unido a todos los hombres a través de un cuerpo semejante al de ellos, es justo que el Hijo de Dios, incorruptible, revista a todos los hombres de incorruptibilidad, según la promesa traída con su resurrección. Porque la corrupción misma, implicada en la muerte, ya no tiene ningún poder sobre los hombres a causa del Verbo que se había hecho una misma cosa con ellos por su cuerpo semejante al de ellos.

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