Evangelio Hoy

Miércoles de la quinta semana de Pascua

Evangelio según San Juan 15,1-8. 

Jesús dijo a sus discípulos: 
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. 
El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. 
Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. 
Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. 
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. 
Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. 
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. 
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»

Reflexionemos

San Luís María de Griñón de Monfort (1673-1716) predicador, fundador de comunidades religiosas
Tratado de la verdadera devoción a la santísima virgen María, §61 (Trad. ©Evangelizo.org)

«Jesús, nuestro todo»

[Jesús] es nuestro único Maestro que debe enseñarnos, nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestra única Cabeza a la que debemos estar unidos, nuestro único Modelo a quien debemos asemejarnos, nuestro único Médico que debe curarnos, nuestro único Pastor que debe alimentarnos, nuestro único Camino que debe conducirnos, nuestra única Verdad que debemos creer,nuestra única Vida que debe vivificarnos y nuestro único Todo que en todo debe bastarnos. No nos ha sido dado bajo el cielo otro nombre por el que nosotros debamos salvarnos. Dios no nos ha dado otro fundamento de salvación, perfección y gloria que Jesucristo: todo edificio que no esté construido sobre esta roca firme, se apoya en arena movediza, e infaliblemente se derrumbará tarde o temprano. Todo fiel que no esté unido a Cristo como el sarmiento a la vid, caerá, se secará y lo echarán al fuego. Si permanecemos en Jesucristo, y Jesucristo en nosotros, no debemos temer a la condenación; ni los ángeles del cielo, ni los hombres de la tierra, ni los demonios del infierno, ninguna creatura podrá hacernos daño, porque nadie podrá separarnos de la caridad de Dios presente en Cristo Jesús.

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