Evangelio Hoy

Fiesta del Bautismo del Señor

Evangelio según San Marcos 1,7-11. 

Juan predicaba, diciendo: 
“Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. 
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. 
En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 
Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; 
y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección.” 

Reflexionemos

San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio según San Marcos (Trad.©Evangelizo.org)

El bautismo de Jesús

«Y fue bautizado en el Jordán por Juan». Grande es su misericordia: aquel que no había cometido ningún pecado es bautizado por un pecador. Por el bautismo del Señor todos los pecados son perdonados. Pero es solamente una forma de prefiguración, ya que la verdadera redención de los pecados está en la sangre de Cristo, en el misterio de la Trinidad.

«En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban». Todo esto está escrito para nosotros. Antes de recibir el bautismo, tenemos los ojos cerrados, no podemos ver las realidades celestiales.

«Vio el Espíritu en forma de paloma que bajaba sobre él. Entonces se oyó una voz que venía de los cielos: tú eres mi Hijo Amado; en ti me complazco». Vemos el misterio de la Trinidad: Jesús es bautizado, el Espíritu Santo desciende bajo la forma de una paloma, el Padre habla desde lo alto del cielo.

«Vio que los cielos se rasgaban». La expresión “vio” nos muestra que los otros no lo vieron. No nos imaginemos que los cielos simple y materialmente se rasgaron: nosotros mismos estamos en ese lugar, según la diversidad de nuestros méritos, vemos los cielos abiertos o cerrados. Una fe total ve los cielos abiertos, pero una fe que duda los ve cerrados.

«Vio que los cielos se rasgaban, y el Espíritu en forma de paloma se quedaba sobre él» (Jn 1:32). Miren lo que dice la Escritura: quedarse, es decir que no se fue. Sobre Cristo, descendió el Espíritu Santo y en él moró; por lo que sobre los hombres, desciende pero no mora. En efecto, ¿esperamos que el Espíritu Santo more en nosotros cuando odiamos a nuestro hermano, o cuando tenemos malos pensamientos?
Si tenemos buenos pensamientos, es porque el Espíritu Santo vive en nosotros, pero si son malos, es signo de que el Espíritu Santo se ha retirado de nosotros. Es por eso que se dice del Salvador: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es él» (Jn 1:33).

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