Evangelio Hoy

Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista

Evangelio según San Mateo 9,9-13. 

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. 
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. 
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. 
Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. 
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. 

Reflexionemos

Benedicto XVI, papa 2005-2013
Audiencia general del 30•08•06

San Mateo: converso, apóstol, evangelista

“Se levantó y le siguió.” La concisión de la frase pone claramente en evidencia la prontitud de Mateo en responder a la llamada. Eso significaba para él el abandono de todo, sobre todo de o que era para él una fuente segura de ganancias, aunque a menudo fuera injusta y deshonrosa. Es evidente que Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir practicando una actividad que Dios no aprobaba. Es fácil captar la aplicación que se puede hacer para el momento presente: también hoy, estar atado a cosas incompatibles con el seguimiento de Jesús, -como es el caso de riquezas deshonestas- no es admisible. Una vez llegó a decir, sin rodeos: “Si quieres ser perfecto, ves, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en  el cielo. Después, ven y sígueme”. Es exactamente lo que ha hecho Mateo: “se levantó y le siguió”. En este “se levantó”, se puede muy bien leer el rechazo a una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión a una nueva existencia, recta, en comunión con Jesús.

Acordémonos que la tradición de la Iglesia es unánime para atribuir a Mateo la paternidad del primer Evangelio. Eso se creía ya en tiempo de Papias, obispo de Hierápolis, en Frigia, un autor del año 130. Escribe así: “Mateo ha recogido las palabras (del Señor) en lengua hebrea, y cada uno las interpretó como pudo” (en Eusebio de Cesarea, Hist. Ecle. III, 39,16). El historiador Eusebio añade esta afirmación: “Mateo, que primero había predicado entre los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba. De esta manera buscó, para quienes se separaba, la manera de reemplazar por escrito lo que perdían marchándose él de allí” (III, 24,6). No nos queda el Evangelio de Mateo escrito en hebreo o en arameo, pero en el Evangelio en griego que poseemos, seguimos todavía oyendo, en una cierta forma, la voz persuasiva del publicano Mateo que, hecho apóstol, nos continua anunciando la misericordia salvadora de Dios, y escuchamos  ese mensaje de san Mateo meditándolo siempre como nuevo para aprender, también nosotros, a levantarnos y seguir a Jesús con decisión.

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