Evangelio Hoy

Lunes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario

Evangelio según San Mateo 23,13-22. 

“¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran. 

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes! 
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: ‘Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale’! 
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? 
Ustedes dicen también: ‘Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar’. 
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda? 
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. 
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita. 
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él. 

Reflexionemos

Epístola llamada de Bernabé (c. 130) 
§19

Cristo nos llama a escoger el camino que conduce a su Reino (Mt 7,13)

Existen dos caminos de enseñanza y de acción: el de la luz y el de las tinieblas. La lejanía es grande entre estos dos caminos. Sobre uno están apostados los ángeles de Dios, portadores de luz, sobre el otro los ángeles de Satán…

El camino de la luz es este: el que quiere andar por él hasta el fin señalado se esmera en su tarea. El conocimiento que nos ha sido dado para dirigirnos por este camino es: amarás al que te ha creado, temerás al que te ha modelado, glorificarás al que te ha rescatado de la muerte, serás sencillo de corazón y rico de espíritu. No andarás con aquellos que pisan el camino de la muerte… No te elevarás por encima de los demás, sino que serás siempre humilde. No te gloriarás en nada, no tramarás malas intenciones  contra tu prójimo… No harás acepción de personas al corregir sus faltas. Serás dulce y pacífico, y temerás ante las palabras que has escuchado. No guardarás rencor a tu hermano.

No te preguntarás por lo que el día de mañana te reserva. No invocarás el nombre del Señor en vano; amarás a tu prójimo más que a tu vida. No practicarás el aborto, y no harás morir al recién nacido… Acogerás los acontecimientos de tu vida como beneficios, sabiendo que nada pasa fuera de Dios…

Lo compartirás todo con tu prójimo, sin que nada digas que es de tu propiedad (He 4,32). Porque si ponéis en común los bienes incorruptibles, cuanto más los que perecen… Hasta el fin odiarás al mal… Juzgarás con equidad. No crearás la división, sino que establecerás la paz reconciliando a los adversarios entre sí. Confesarás tus pecados. No vendrás a la oración con una conciencia mala.

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