Evangelio Hoy

Lunes Santo jn 12 1-11

Evangelio según San Juan 12,1-11.

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
“¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”.
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Reflexión

San Cromacio de Aquilea (¿-407), obispo
Sermón 11; SC 154, pag. 213ss

“Una obra buena ha hecho conmigo.” (Mt 26,10)

El evangelio nos relata hoy que el Señor, estando sentado en la mesa de Lázaro que había resucitado de entre los muertos “María, la hermana de Lázaro y de Marta, traía un frasco  de perfume de nardo y ungió los pies de Jesús.”… Santa María, tal como se lee a menudo en el evangelio, fue muy considerada por Cristo por la grandeza extraordinaria de su fe. En el pasaje que precede, llorando la muerte de su hermano, hizo llorar también al Señor, porque provocó la ternura en el autor de la ternura. Pues bien, aunque preparaba la resurrección de Lázaro, el Señor lloraba, porque María lloraba, para mostrar así al mismo tiempo su propia ternura y el mérito de María… Las lágrimas del Señor nos muestran el misterio de la carne asumida; la resurrección de Lázaro pone de relieve el poder de su divinidad…

En este pasaje, miremos la devoción y la fe de esta mujer. Los otros estaban en la mesa con el Señor; ella ungiéndole los pies. Los otros conversaban con el Señor, ella en el silencio de su fe, secaba sus pies con sus cabellos. Los otros ocupaban un sitio de honor, ella servía. Pero el servicio prestado por María tenía más mérito a los ojos de Cristo que los primeros puestos de los convidados.  Por esto, el Señor dijo a su propósito: “Os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, para memoria suya” (Mt 26,13).

¿Cuál ha sido el servicio de esta santa mujer, para que sea proclamado en todo el mundo y cada día? Mirad su humildad. No empezó por ungir la cabeza del Señor sino sus pies… Ha comenzado por los pies para merecer llegar luego a la cabeza, porque “quien se humillare será ensalzado y quien se ensalce será humillado” (Mt 23,12). Se abajó y fue elevado.

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