Evangelio Hoy

Sábado de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Evangelio según San Lucas 21,34-36.

Jesús dijo a sus discípulos: 
“Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre”.

Reflexionemos

San Bernardo (1091-1153)

monje cisterciense y doctor de la IglesiaSermón 86 sobre el Cantar de los Cantares

“Estad despiertos y orad en todo tiempo”

El que quiere orar en paz debe tener en cuenta no sólo el lugar, sino también el tiempo. El momento del descanso es el más favorable y cuando el sueño de la noche hace que todo permanezca en un silencio profundo, la oración se hace más libre y más pura. “Levántate durante la noche, al comienzo de la vigilia, y derrama tu corazón como el agua delante del Señor” (Lm 2,19). ¡Con que seguridad la oración sube durante la noche, cuando sólo Dios es el testigo de ella, juntamente con el ángel que la recibe para ir a presentarla al altar celestial! Es agradable y luminosa, teñida de pudor. Es tranquila, apacible, cuando ningún ruido, ningún grito viene a interrumpirla. Es pura y sincera, cuando el polvo de las preocupaciones de la tierra no la puede ensuciar. No hay ningún espectador que pueda exponerla a la tentación por sus elogios y adulaciones. Por eso la Esposa [del Cántico de los Cánticos] actúa con tanta sabiduría como pudor al escoger la soledad nocturna de su cuarto para orar, es decir, para buscar al Verbo, porque todo es uno. Oras si, al orar, no buscas otra cosa que no sea el Verbo, la Palabra de Dios, o si el objeto de tu oración no tiene más relación que con el Verbo. Porque en él lo encuentras todo: el remedio a tus heridas, la ayuda a tus necesidades, la enmienda de tus defectos, la fuente de tu progreso, en pocas palabras, todo lo que un hombre puede y debe desear. No hay ninguna razón para pedir al Verbo otra cosa que no sea Él mismo, puesto que él es todas las cosas. Si, como es necesario, parece que pedimos ciertos bienes concretos, y si, como debemos, los deseamos relacionados con el Verbo, no son las cosas en sí mismas que pedimos, sino a aquel que es la causa de nuestra oración.

Leave a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *